September 25, 2018
Reciclar no es suficiente
BY: Oceana en México
Un estudio de la Universidad de California encontró que sólo el 9 % del plástico producido en toda la historia, se ha reciclado. Aunque esta capacidad de reciclar crezca, no se acerca ni por asomo a la velocidad con la que incrementamos la producción de plástico cada año. El reciclaje es importante, pero no es la solución.
Estamos llenando el mar de plástico. La Organización de las Naciones Unidas calculó en un reporte reciente que, alrededor del mundo, tiramos al mar más de 8 mil millones de kilos de plástico cada año. La cifra es abrumadora y difícil de imaginar, por lo que ofrezco una estampa más sencilla: esta cantidad equivale a tirar al mar un camión de basura lleno de plástico cada minuto.
¿Qué va en ese camión? Popotes y bolsas del supermercado, sí, pero muchas cosas más: recipientes de unicel, tapas del mocha frappuccino, frascos de champú, botellas de refresco y agua, redes de pesca, material de empaque, bolsas de papas y muchas, muchas, muchas cosas más. El plástico está presente en todos los momentos de nuestra vida diaria. Nos vestimos con plástico (el poliéster y el fleece son sólo dos ejemplos), nos ponemos maquillaje y cosméticos hechos con microplásticos (hábilmente rebautizados como “micropartículas”), comemos con utensilios de plástico y aunque no lo hiciéramos, la comida que compramos seguramente fue envuelta y transportada en plástico.
Si uno se empeña en ser optimista, encontrará argumentos para serlo. Imágenes como la del estómago de ballenas repleto de bolsas de plástico, o la nariz sangrante de una tortuga mientras le extraen un popote han dado la vuelta al mundo, y han despertado la conciencia de cientos de miles de ciudadanos en todo el mundo. Aquí en Ciudad de México cada vez son más restaurantes los que no ofrecen popotes, y ya no se siente uno como bicho raro cuando lleva sus bolsas de tela al supermercado. Más y más gente separa su basura y en todo el país los niños regañan a sus papás cuando los ven tirando envolturas a la calle.
Todo esto es bueno, pero está lejos de ser suficiente. El reciclaje no nos va a llevar a solucionar el problema. En cierta medida, incluso nos aleja de la solución.
La razón es tan sencilla como la aritmética: este estudio de la Universidad de California encontró que sólo el 9 % del plástico producido en toda la historia, se ha reciclado. Aunque esta capacidad de reciclar crezca, no se acerca ni por asomo a la velocidad con la que incrementamos la producción de plástico cada año. El reciclaje es importante, pero no es la solución.
No estoy en contra del reciclaje. Como tampoco estoy en contra de las campañas de limpieza de playas, o contra el uso de popotes. Todas estas medidas son buenas y necesarias, pero demasiadas veces son usadas por las grandes compañías transnacionales como excusa y solución a medias, como formulas expiatorias para quienes pueden –y tienen que– hacer más.
La crisis del plástico no llegó sola. No se materializó de la nada. No fue producto del azar, ni era inevitable. El que estemos inundados de plástico es resultado de decisiones concretas de personas con nombre y apellido, y de compañías que decidieron convencernos de que el plástico era indispensable. Nos convencieron de que tomar agua en botella de plástico era la única opción saludable. Nos convencieron de que al vendernos UNA manzana envuelta en celofán estaban cuidando nuestro bienestar. Nos convencieron de envolver nuestra maleta en 900 capas de plástico en la terminal de autobuses o en el aeropuerto era la única forma sensata de evitar que roben nuestras pertenencias. Y nosotros nos dejamos convencer.
Hay que ser justos y aclarar que los ejecutivos de estas compañías no se despertaron un día con el macabro plan de llenar los estómagos de las ballenas del mundo de plástico. Tomaron las decisiones que tomaron por motivos económicos. El plástico es más ligero y más barato de hacer que muchas de las alternativas. Además, hace 60 años, cuando empezó a despegar la producción mundial de plástico, nunca se previó que el problema llegaría a su dimensión actual. Eso no lo sabían entonces. Pero hoy lo saben. Hoy no lo pueden ignorar, y hoy tienen que tomar medidas drásticas.
Estas medidas tienen que ir más allá de los tibios “compromisos”, diseñados en el escritorio de algún mercadólogo con la consigna de poder colgarle la medalla de “sustentable” o “ecológico” a su cliente. Ya no hay espacio para eso, y como sociedad no debemos tolerarlo.
Tenemos que exigirles a las compañías que se hacen ricas haciendo, usando y vendiendo plástico, que hagan compromisos reales, no cosméticos, por cambiar. A quienes lo hagan, hay que aplaudírselos y premiarlos con nuestra preferencia, y a las que no lo hagan, hay que señalarlas y castigarlas en el único lugar que les duele y que las mueve: el bolsillo.
Pedro Zapata es vicepresidente de @OceanaMexico. Este texto fue redactado y publicado inicialmente para Animal Político.