August 28, 2021
7 datos del tiburón ballena, el gigante del océano
BY: Oceana en México
Igual que en la escuela, en los océanos también hay un grandulón que a pesar de su aspecto intimidante es más bueno que el pan integral.
Hablamos del tiburón ballena, que con su gran hocico podría devorar entero a un hombre de dos metros. Pero en lugar de esto, se alimenta abriendo gentilmente sus enormes mandíbulas para dejar entrar cantidades colosales de agua que luego filtra por sus branquias, reteniendo plancton, algas, krill, y larvas de otras especies como cangrejos, calamares y pececillos.
Oh sí, el Rhincodon typus tiene agallas porque es un pez. De hecho, es el pez más grande del mundo porque puede medir hasta 20 metros y superar las 20 toneladas de peso. Es decir, es más largo y más pesado que un autobús escolar.
Y como cada 30 de agosto recordamos a este noble gigante del mar, aquí te presentamos siete datos que probablemente no conocías de él.
Vive lento
No sólo es que se desplace comúnmente a no más 5 kilómetros por hora —muy lejano de su primo el tiburón mako, capaz de superar los 70 kilómetros por hora—, sino que además es capaz de vivir hasta 100 años, aunque su longevidad es uno de los muchos aspectos que falta investigar mejor.
Quien lo vea nadar, podrá notarlo: no lleva prisa por llegar a ningún lado.
Es un ciudadano del mundo
Se pasea a sus anchas por los mares del mundo, pero siempre por zonas tropicales porque le gusta el agua calientita. Se puede ver comúnmente en mares de Australia, Filipinas, Belice, Ecuador (islas Galápagos), Honduras, Sudáfrica, Tailandia y México.
Le gusta visitar México
La Bahía de los Ángeles, en la costa oriental de Baja California, es uno de los pocos lugares del mundo donde se pueden ver agrupaciones de tiburones jóvenes, entre junio y diciembre. El encanto de este lugar es su alta productividad biológica, que favorece una buena concentración de sus alimentos: plancton y pequeños crustáceos.
Pese al encanto de Baja California, el tiburón ballena también se pasea por la Península de Yucatán, particularmente en las islas de Holbox, Contoy y Mujeres. En la costa norte de Quintana Roo está la única reserva a nivel mundial enfocada a la conservación específica de esta especie.
Por sus manchas lo conocerás
Al igual que sucede con las manchas de los jaguares, las motitas blancas en la larga piel del tiburón ballena son únicas e inigualables en cada ejemplar de esta especie. Esto le permite a los investigadores identificar a cada individuo y monitorear el comportamiento de poblaciones enteras a partir de métodos visuales como avistamientos y fotografías.
Es vulnerable a los humanos
Son altamente vulnerables a modificaciones de su hábitat causadas por los seres humanos, incluyendo la urbanización, la contaminación costera, incluso los plásticos en nuetsros océanos.
Esto se debe a que es un animal filtrador, que termina ingiriendo una enorme cantidad de agua del ecosistema. Consecuentemente, necesita de zonas limpias para no terminar ingiriendo demasiada contaminación. De hecho, este pez termina siendo un indicador valioso de la salud ecosistémica en un lugar.
Se abandona al placer de comer
A la hora del agasajo, puede permanecer inmóvil en la superficie mientras filtra el agua de su hocico. De hecho, este es el momento en que suele estar disponible para los visitantes humanos que lo quieren conocer, pues está tan metido en lo suyo que no parecen importarle las embarcaciones que se acercan.
Investigaciones realizadas en Baja California a principios de los 2000 concordaron que el 70% de los avistamientos se dan cuando este gigante se está alimentando.
Le da trabajo a sus vecinos
Por su carisma, el tiburón ballena suele generar ecoturismo en las áreas que visita. Por ejemplo en el parque marino Ningaloo, en la costa noroccidental de Australia, la observación de este magno pez genera una derrama económica valuada en 16 millones de dólares por cada temporada de avistamiento, ¡que dura solo tres meses!
Sin embargo, esto también genera el riesgo de detonar un turismo masivo y más intensivo en infraestructura que altere cambios en el ambiente que, irónicamente, ahuyenten al tiburón ballena.
En Oceana protegemos los océanos para conservar el hábitat de esta y otras especies y que la abundancia en nuestros mares sea tal que podamos seguir viviendo de ellos.