Cómo demostrar nuestro amor a los océanos
BY: Edith Martínez
Es fácil amar el mar cuando se trata de vacaciones en la playa, caminando en la arena o chapuceando en el agua con familiares o amigos. Entonces cosas tan simples como el vaivén de las olas, el agua de un coco o un cielo estrellado se vuelven acontecimientos maravillosos, enmarcados en la naturaleza prodigiosa de los océanos.
Lo difícil es seguir amando el mar cuando estamos lejos de él y olvidamos considerarlo en las decisiones que tomamos día con día para asegurar que nuestros desechos no lo contaminen, nuestras inversiones no lo invadan y nuestras políticas públicas realmente lo protejan.
Muchas de las acciones que perjudican a los océanos ocurren porque desconocemos cómo funciona, qué le afecta y cómo podemos demostrar ese amor que profesamos cada que la brisa marina nos acaricia la cara:
Conócelo
El mar es mucho más que un balneario masivo donde tomar el sol. De hecho, en México tenemos mar junto a desiertos, selvas, dunas, rocas; algunas son aguas frías, otras bajo el calor del trópico; en algunos casos el mar está contiguo a las ciudades, otras veces a Áreas Naturales Protegidas. Algunos sitios son destinos turísticos, otros casi vírgenes. Lo más importante ante este abanico de opciones es acercarnos y tratar de conocer el mar.
No hay una ruta más corta para amar algo que vivirlo, entenderlo y apreciarlo. O dicho de otro modo: nadie protege lo que no conoce. Sin importar dónde vivas, si visitas el mar con regularidad o no, todas y todos nos beneficiamos de él así que es muy importante conocerlo y valorarlo.
Respétalo
Al igual que cualquier ecosistema, el mar no es un sitio de esparcimiento, extracción o desecho para los seres humanos, sino un espacio natural con vida propia. Tan frágil, que a veces el simple impacto de turistas caminando sobre los corales o usando protectores solares con químicos nocivos pueden causar un efecto dañino en el hábitat así como construir en un área costera sin atención a las indicaciones de las autoridades ambientales.
Los seres humanos seremos siempre invitados en el océano y por ello debemos cortesía a nuestros anfitriones. En playas, sé más cuidadoso con tu basura, usa racionalmente el agua, evita despilfarros de recursos (agua, alimentos, energía), ayuda a mantener el orden de las actividades humanas y la frontera clara con la contraparte natural. No fomentes actividades prohibidas ni economías que afecten el hábitat. Adáptate a la oferta local y trata de dejar todo como lo encontraste.
En tierra adentro, es fundamental conocer de qué maneras afectamos las costas con nuestras decisiones. Cómo, por ejemplo, el mal tratamiento de aguas residuales en una ciudad lejana puede causar estragos en una playa donde desemboca la tubería. Cómo nuestro consumo de pescado ante una industria pesquera mal manejada puede dañar severamente algunas especies. O cómo nuestro abuso en el consumo de plásticos está causando una avalancha de este material en mares y playas de todo el mundo.
Defiéndelo
Las acciones individuales son sólo el inicio, pero no bastan. Es necesario aprovechar cada oportunidad para abogar por el bienestar de los mares. Esto se logra exigiendo mejores políticas de captura y venta de pescados y mariscos, cuestionando los desarrollos inmobiliarios irregulares en zonas costeras sensibles, cuidando la capacidad de carga de los ecosistemas en las playas turísticas, reduciendo nuestra generación de basura para evitar que termine en alguna playa.
Si bien es importante defender el mar desde las amenazas más pequeñas, no hay sustitución del trabajo organizado. Para ello es recomendable trabajar con las autoridades locales, agrupaciones de pescadores, científicos y organizaciones sociales. Sólo juntos podemos representar un cambio significativo ante la inmensidad del mar.
Y lo más importante: este cambio tiene que ser alegre, porque no implica privarnos del mar sino acercarnos más a él, reconectando con los ciclos de pesca, las lógica de las corrientes, la dinámica de sus especies y la potencia de sus mareas. La mejor forma de amar el mar será volver a encontrar nuestro lugar junto a él, contribuyendo a regenerarlo y devolverle su abundancia.