January 25, 2024
Felicidades a las y los biólogos de bata, bota o corbata
Los seres humanos nacemos como científicos y científicas natos. A través de la observación hacemos evaluaciones de cómo funciona el mundo, el que experimentamos con nuestros sentidos. Día a día ponemos a prueba nuestras hipótesis, las corroboramos o rechazamos para construir la realidad que nos rodea.
Algunos de esos niños y niñas cuando crecen comienzan a perder esa capacidad de asombro frente a lo cotidiano de las reglas básicas sobre cómo funciona el mundo natural y cómo podemos hacer predicciones de ellas, porque las damos por sentadas y las asumimos como obvias.
Pero hay un grupo de personas para las cuales esa capacidad de asombro nunca desapareció, al contrario, surgieron nuevas preguntas y formas más complejas de ponerlas a prueba; muchos de esos niños y niñas hoy se dedican a la ciencia natural, entre ellas la biología, la ciencia que estudia la vida en todas sus formas y funciones.
En mi experiencia, desde pequeño sentí esa conexión con la naturaleza, me fue inevitable estudiar biología y seguir una carrera académica en esta área. En el camino descubrí que existía una taxonomía (clasificación) no oficial de los biólogos y biólogas: están los de bata, los de bota y los de corbata.
Cada uno de ellos y ellas, expertas en diferentes campos de las ciencias de la vida. A los primeros, los de bata, les gusta el laboratorio. Allí siguen desenmarañando el mundo natural a través de moléculas, del estudio de proteínas, el material genético, el sistema inmune, pequeñas bacterias y otros seres vivos de lo microscópico. Muchos de ellos van al campo a buscar sus muestras, pero la mayoría del tiempo se la viven entre matraces, probetas y microscopios.
Los biólogos de bota son los que estudian un grupo taxonómico particular, ya sea que se dediquen a las aves (ornitólogos), insectos (entomólogos) o cocodrilos (herpetólogos) van armados de latas de atún recorriendo lugares inaccesibles con tal de obtener respuestas al mundo natural, algunas de ellas entre heces fecales o en la sangre de algún animal.
No me olvido de los botánicos y todas las formas vegetales, desde los del desierto hasta los de montaña o los que estudian aspectos evolutivos hasta los que miden relaciones ecológicas. Este quizá sea el grupo más grande de biólogos con los que la gran mayoría de la gente identifica nuestra profesión.
Está el grupo taxonómico de los colegas de corbata, quienes que eligieron estar “bien vestidos” y ocupan cargos en la administración pública para la toma de decisiones; están en puestos claves para la conservación, la educación y el manejo de recursos naturales, se desenvuelven en ámbitos políticos y empresariales o en instituciones nacionales e internacionales que requieren del conocimiento científico biológico.
Finalmente, pero no menos importantes, estamos las y los biólogos que nos camuflamos entre los tres grupos, usamos bota, bata y corbata cuando se requiere. Descubrimos en las organizaciones de la sociedad civil un camino para proteger e incidir en la toma de decisiones.
Todos y todas contribuimos de alguna u otra forma al conocimiento, a generarlo, transmitirlo o aplicarlo. Nuestra labor es necesaria para entender y explicar que, en la vida, toda actividad humana y económica depende directa o indirectamente de la naturaleza.
Este texto pretende celebrar y reconocer en su día a los profesionales de la biología que aportan al conocimiento, cuidado y legado de la biodiversidad mexicana. ¡Feliz día colegas!
*Atarraya de Miguel Rivas, director de la campaña de santuarios marinos en Oceana para México, publicado en Animal Político el 18 de enero de 2024.
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