¿Qué es la minería submarina? - Oceana México
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January 25, 2024

¿Qué es la minería submarina?

 

La incipiente industria de la minería en aguas marinas profundas amenaza la salud, y tal vez la existencia misma de las comunidades del océano profundo. Destruiría las estructuras físicas del fondo marino y los ecosistemas que estas albergan, levantaría columnas de sedimentos que asfixiarían a los organismos, alteraría la química oceánica a lo largo de muchos kilómetros y generaría contaminación acústica en el silencioso océano profundo.

En Oceana creemos que este tipo de minería, que podría llevarse a cabo en fuentes hidrotermales y en montes submarinos que son únicos y biodiversos, nunca debiese ser permitida, y que la explotación de nódulos de la llanura abisal solo debiese ser autorizada si existen regulaciones integrales, basadas en la ciencia, para proteger el medio ambiente marino.

La minería submarina es una industria incipiente enfocada en la recolección de minerales, generalmente del fondo marino, a profundidades de más de mil metros. Sus defensores argumentan que podría ayudar a suministrar minerales cruciales que se necesitan para llevar a cabo la transición de combustibles fósiles hacia tecnologías más limpias, a la vez que es una alternativa más amigable con el medio ambiente en comparación con la explotación en tierra. Sin embargo, esta actividad industrial altamente disruptiva en un sistema tan remoto, frágil y poco estudiado no está exenta de riesgos los cuales aún son poco comprendidos.

Las regulaciones mineras en áreas que van más allá de la jurisdicción nacional —en alta mar-, aún no existen. Sin embargo, este tipo de actividad en aguas profundas seguramente causaría daños irreparables a ecosistemas que son casi completamente inexplorados, salvo que se implemente un marco sólido de protección acompañado de monitoreo y cumplimiento estricto. Por estas razones:

  • Oceana apoya la prohibición total de la minería en aguas profundas en fuentes hidrotermales y costras cobálticas. El daño a estos hábitats espacialmente pequeños y sumamente biodiversos es esencialmente irreversible.
  • Oceana respalda una moratoria para toda la minería en aguas profundas de nódulos polimetálicos hasta que se establezcan regulaciones integrales guiadas por el principio precautorio[1] y fundamentadas en la mejor ciencia disponible.

Además, los gobiernos y las empresas que utilizan dichos metales deberían priorizar la reducción de la demanda de suministros vírgenes (mediante un mayor reciclaje, por ejemplo) en lugar de expandir el suministro.

Tipos de minería submarina

La minería submarina se refiere a tres industrias distintas, pero relacionadas, y que se diferencian por los tipos de minerales que se busca explotar: los sulfuros de fuentes hidrotermales; las costras ricas en cobalto de los montes submarinos; y los nódulos polimetálicos que se encuentran en las llanuras abisales. Estos metales son comúnmente utilizados en las baterías de vehículos eléctricos y en otras tecnologías.

Los sulfuros del lecho marino son pequeñas y discretas estructuras que contienen minerales que se producen por la emisión de las fuentes hidrotermales. Sus depósitos son ricos en oro, níquel, cobre y otros metales. Las fuentes hidrotermales albergan a los ecosistemas cuyo descubrimiento alteró fundamentalmente nuestra comprensión de lo que significa ser un organismo vivo en la Tierra: que formas de vida y ecosistemas enteros pueden existir en ausencia de luz solar. (Thaler and Amon, 2019). Incluso las fuentes hidrotermales inactivas albergan comunidades únicas que son completamente distintas a las del lecho marino circundante. (Erickson et al., 2009).

Las costras ferromanganesas ricas en cobalto se acumulan en las superficies de los montes submarinos, formando el sustrato al que se adhiere la vida marina que construye hábitats. Estas costras también están enriquecidas con otros metales y elementos de tierras raras (Schlalcher et al., 2014). Estas montañas submarinas son el hogar de colonias de corales y esponjas; son el soporte de una abundante cadena alimentaria y entregan un hábitat crítico para los peces y los mamíferos marinos, entre otros.

La explotación de estos sustratos es, en efecto, una remoción integral del ecosistema asociado con cada depósito. Las herramientas de extracción del fondo marino muelen el mineral, reduciendo el depósito a una mezcla de sedimentos y pequeños nódulos que se pueden bombear a la superficie a través de un sistema de elevación para luego ser procesada en tierra (Van Dover, 2014). Debido a que el mineral es el hábitat, todos los métodos propuestos para la explotación de estos depósitos también destruyen el ecosistema que está encima.

En comparación, los nódulos polimetálicos, o nódulos de manganeso, se distribuyen en toda la llanura abisal, una inmensa zona plana del fondo marino que cubre el 50% de la superficie de la Tierra. Estos nódulos se forman cuando los minerales en el agua de mar precipitan sobre objetos duros que se han asentado en el fondo marino, los que descansan sobre la superficie del sedimento en vastos campos que, en su densidad más alta, pueden parecer un camino empedrado (Jones et al., 2021). Animales endémicos, como esponjas, gusanos e incluso corales, se asientan y crecen sobre los propios nódulos, mientras que el sedimento debajo y las aguas circundantes albergan vida similar al resto de la llanura abisal, incluyendo estrellas de mar, pepinos de mar y peces (Amon et al., 2016).

La explotación de los nódulos polimetálicos implica el uso de un vehículo béntico similar a un tanque que se desplaza a lo largo de la llanura abisal, recolectando nódulos en grandes extensiones alterando los primeros centímetros del fondo marino (Paulikas et al., 2020). Los nódulos luego se bombean, enteros, a una embarcación en la superficie a través de un sistema de elevación donde son preparados para el procesamiento posterior. Ya que los nódulos están distribuidos en un área mucho más grande que las fuentes hidrotermales o las costras y están más estrechamente asociados con las comunidades bentónicas abisales de fondo, eventualmente se podrían utilizar procesos de extracción más selectivos.

En todas las formas de minería en aguas marinas profundas, el procesamiento del mineral se realiza en tierra, utilizando métodos convencionales, y con todos los impactos ambientales subsiguientes asociados con la refinación industrial del metal.

Impactos de la minería submarina

Los impactos ambientales de la minería en mares profundos siguen siendo poco comprendidos y varían significativamente dependiendo del mineral que se esté explotando, pero generalmente se pueden clasificar en las siguientes cinco categorías:

Destrucción del ecosistema

Para la vida que crece en y alrededor de las áreas de minería en aguas profundas, la destrucción será total. Tanto en las fuentes hidrotermales como en las costras cobálticas, el mineral es el hábitat (Miller et al., 2018). No hay forma de extraer el mineral sin matar la vida marina que está adherida a él. La minería de nódulos polimetálicos también será completamente destructiva para cualquier organismo que viva directamente sobre los nódulos o en el sedimento circundante (Hein et al., 2020), aunque como los nódulos se encuentran en vastas extensiones de la llanura abisal, el impacto general en este ecosistema de aguas profundas puede ser menos severo que en la minería de fuentes hidrotermales y costras cobálticas (Niner et al., 2018). Además, al remover estructuras complejas y las huellas y trincheras que dejan los vehículos que recolectan el material, la minería de aguas profundas altera la estructura y topografía de estos ecosistemas—lo que afecta las corrientes de aguas profundas que son esenciales para la dispersión y migración de muchas especies (Gausepohl et al., 2020; Girard et al., 2020).

Plumas de sedimento

La actividad de la minería en aguas profundas producirá plumas de sedimento en suspensión en el sitio de explotación, así como en la columna de agua debido al vertido que ocurre cuando el mineral es desaguado a bordo de un barco en la superficie (Spearman et al., 2020). La pluma de minería puede potencialmente asfixiar a los organismos que se encuentran alrededor del sitio de explotación y extenderse desde el área inmediata hacia varios kilómetros afuera. El océano profundo, por lo general, tiene corrientes lentas y agua naturalmente quieta y clara, por lo que sus organismos han evolucionado sin la necesidad o capacidad de “toser” o eliminar el sedimento de sus branquias y apéndices alimentadores. Esta nube de polvo puede causar una perturbación a gran escala en los ecosistemas del fondo marino (Van Dover et al., 2017). La pluma de vertido en aguas medias puede extenderse desde decenas a miles de kilómetros, alterando el equilibrio químico natural de las aguas de media profundidad y perturbando la función del ecosistema (Drazen et al., 2020).

Ruido

La minería en aguas profundas es ruidosa. Los vehículos recolectores se arrastran por el fondo marino, trayendo consigo luz y vibración. Los sistemas de elevación bombean una mezcla de mineral a la superficie. Las embarcaciones permanecen “en estación” durante meses. El paisaje sonoro del abisal profundo es silencioso (Chen et al., 2021), por lo que el ruido alrededor de un sitio de explotación minera podría superar los 120 decibeles, el umbral que establece el Servicio Nacional de Pesquería Marina de Estados Unidos para los impactos conductuales en mamíferos marinos (Williams et al., 2022). El ruido producido por el sistema de elevación y la embarcación en la superficie puede tener impactos impredecibles en las comunidades de aguas de profundidad media y pelágicas. Este ruido puede generar estrés, interferir con la comunicación y alimentación, y provocar la emigración de animales marinos, desestabilizando los ecosistemas (Drazen et al., 2020).

Toxicidad

Los minerales contienen metales que no son dañinos en su estado típico, pero pueden volverse más tóxicos durante el proceso de extracción. Nuevas investigaciones también muestran que los nódulos polimetálicos son altamente radioactivos, —con concentraciones de radiación hasta mil veces más de lo que es considerado seguro (Volz et al., 2023). El procesamiento de los nódulos los trituraría y una fracción de estas partículas podría ser liberada al aire, las que podrían ser inhaladas durante el proceso. Una vez que la mezcla se vierte de vuelta al océano, los metales radioactivos y tóxicos podrían envenenar los alrededores contiguos o incluso dispersarse a través de las corrientes hacia ecosistemas adyacentes y ascender en la cadena alimentaria a través de la bioacumulación (Hauton et al., 2017).

Conflicto espacial

Aunque a menudo está fuera de la vista del público, la minería en aguas profundas plantea diversos conflictos potenciales relacionados a los recursos. Las costras ricas en cobalto se encuentran en montes submarinos que también son áreas de crianza y sitios de agregación para especies de peces comercialmente importantes, lo que ubica a la minería en aguas profundas en competencia directa con la pesca comercial (van der Grient y Drazen, 2021). Otros problemas incluyen la superposición con cables de telecomunicación submarinos, con rutas tradicionales de navegación polinesia y melanesia y con el Pasaje del Medio, un cementerio marítimo de más de dos millones de hombres, mujeres y niños que fueron secuestrados de África y murieron ahogados durante el comercio Atlántico de esclavos (Turner et al., 2020).

 

¿Quién regula la minería submarina de profundidad?

Si bien los Estados costeros tienen jurisdicción y derechos exclusivos sobre los recursos del lecho marino dentro de su zona económica exclusiva (ZEE) (UNCLOS, 1982; ISA, 2019), la Organización de Naciones Unidas estableció la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés) para regular la minería en alta mar (UNCLOS, 1994). Actualmente, la ISA está redactando el “Código de Minería”, un complejo conjunto de reglas para regular la prospección, exploración y explotación. Aunque originalmente el Código iba a ser completado en julio de 2020, ello aún no ha ocurrido.

En junio del 2021, la nación insular de Nauru notificó a la ISA sobre planes de minería en aguas profundas que serían llevados a cabo por una filial de The Metals Company en la Zona Clarion-Clipperton (ZCC) en el Océano Pacífico Norte, entre Hawaii y México. Esto activó la “regla de los dos años”, que estipula que la ISA tiene dos años para finalizar las regulaciones mineras después de que un Estado patrocinador haya notificado a la ISA que un contratista planea solicitar la aprobación de un plan para iniciar los trabajos de minería. Al año 2023, aún no está claro cómo la ISA procederá con las solicitudes de minería una vez que venza la regla de los dos años o cuándo tendrá un Código de Minería acabado.

 

Fuentes

Amon, et al. 2016. Insights into the abundance and diversity of abyssal megafauna in a polymetallic-nodule region in the eastern Clarion-Clipperton Zone. Sci Rep 6, 30492. https://doi.org/10.1038/srep30492

Chen, et al. 2021. Baseline soundscapes of deep-sea habitats reveal heterogeneity among ecosystems and sensitivity to anthropogenic impacts. Limnology and Oceanography 66, 3714–3727. https://doi.org/10.1002/lno.11911

Drazen, et al. 2020a. Midwater ecosystems must be considered when evaluating environmental risks of deep-sea mining. Proceedings of the National Academy of Sciences 117, 17455–17460. https://doi.org/10.1073/pnas.2011914117

Erickson et al. 2009. Evidence for a chemoautotrophically based food web at inactive hydrothermal vents (Manus Basin). Deep Sea Research Part II: Topical Studies in Oceanography 56, 1577–1585. https://doi.org/10.1016/j.dsr2.2009.05.002

Hauton et al., C. 2017. Identifying Toxic Impacts of Metals Potentially Released during Deep-Sea Mining—A Synthesis of the Challenges to Quantifying Risk. Frontiers in Marine Science. https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fmars.2017.00368/full

Gausepohl, et al. 2020. Scars in the abyss: reconstructing sequence, location and temporal change of the 78 plough tracks of the 1989 DISCOL deep-sea disturbance experiment in the Peru Basin. Biogeosciences 17, 1463–1493. https://doi.org/10.5194/bg-17-1463-2020

Girard, et al. 2020. Currents and topography drive assemblage distribution on an active hydrothermal edifice. Progress in Oceanography 187, 102397. https://doi.org/10.1016/j.pocean.2020.102397

Hein, et al. 2020. Deep-ocean polymetallic nodules as a resource for critical materials. Nat Rev Earth Environ 1, 158–169. https://doi.org/10.1038/s43017-020-0027-0

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Jones, et al. 2021. Environment, ecology, and potential effectiveness of an area protected from deep-sea mining (Clarion Clipperton Zone, abyssal Pacific). Progress in Oceanography 197, 102653. https://doi.org/10.1016/j.pocean.2021.102653

Kriebel, et al. 2001. The precautionary principle in environmental science. Environmental Health Perspectives 109(9):871-876. https://ehp.niehs.nih.gov/doi/10.1289/ehp.01109871

Miller, et al. 2018. An Overview of Seabed Mining Including the Current State of Development, Environmental Impacts, and Knowledge Gaps. Frontiers in Marine Science 4. https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fmars.2017.00418/full

Montserrat, et al. 2019. Deep-sea mining on the Rio Grande Rise (Southwestern Atlantic): A review on environmental baseline, ecosystem services and potential impacts. Deep Sea Research Part I: Oceanographic Research Papers 145, 31–58. https://doi.org/10.1016/j.dsr.2018.12.007

Niner, et al. 2018. Deep-Sea Mining With No Net Loss of Biodiversity—An Impossible Aim. Frontiers in Marine Science 5. https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fmars.2018.00053

Paulikas, et al. 2020. Life cycle climate change impacts of producing battery metals from land ores versus deep-sea polymetallic nodules. Journal of Cleaner Production 275, 123822. https://doi.org/10.1016/j.jclepro.2020.123822

Schlacher, et al. 2014. Seamount benthos in a cobalt-rich crust region of the central Pacific: conservation challenges for future seabed mining. Diversity and Distributions 20, 491–502. https://doi.org/10.1111/ddi.12142

Spearman, et al. 2020. Measurement and modelling of deep sea sediment plumes and implications for deep sea mining. Sci Rep 10, 5075. https://doi.org/10.1038/s41598-020-61837-y

Thaler and Amon. 2019. 262 Voyages Beneath the Sea: a global assessment of macro- and megafaunal biodiversity and research effort at deep-sea hydrothermal vents. PeerJ 7, e7397. https://doi.org/10.7717/peerj.7397

Turner, et al. 2019. Deep-sea hydrothermal vent ecosystem principles: Identification of ecosystem processes, services and communication of value. Marine Policy. https://doi.org/10.1016/j.marpol.2019.01.003

Turner, et al. 2020. Memorializing the Middle Passage on the Atlantic seabed in Areas Beyond National Jurisdiction. Marine Policy 122. https://www.oceandecadeheritage.org/wp-content/uploads/2021/02/Turner-et-al-2020.pdf

UNCLOS. 1982. UNCLOS (1982), Part XI – The Area and UNCLOS Agreement Relating to the Implementation of Part XI of the Convention (1982. Retrieved from https://www.un.org/depts/los/convention_agreements/texts/unclos/closindx.htm

UNCLOS. 1994. UNCLOS Agreement Relating to the Implementation of Part XI of the Convention (1994), art. 1(1) (defining the “Area” as “the seabed and ocean floor and subsoil thereof, beyond the limits of national jurisdiction”).

van der Grient and Drazen. 2021. Potential spatial intersection between high-seas fisheries and deep-sea mining in international waters. Marine Policy 129, 104564. https://doi.org/10.1016/j.marpol.2021.104564

Van Dover. 2014. Impacts of anthropogenic disturbances at deep-sea hydrothermal vent ecosystems: A review. Marine Environmental Research, Special Issue: Managing Biodiversity in a Changing Ocean 102, 59–72. https://doi.org/10.1016/j.marenvres.2014.03.008

Van Dover, et al. 2017. Biodiversity loss from deep-sea mining. Nature Geoscience 10, 464–465. https://doi.org/10.1038/ngeo2983

Volz et al. 2023. Alpha radiation from polymetallic nodules and potential health risks from deep-sea mining. Scientific Reports 13, 7985. https://www.nature.com/articles/s41598-023-33971-w

Williams, et al. 2022. Noise from deep-sea mining may span vast ocean areas. Science 377, 157–158. https://doi.org/10.1126/science.abo2804

Banner image: Bubblegum coral (Paragorgia arborea) found at 1257 meters water depth (credit: NOAA).


[1] Los cuatro elementos del principio precautorio son 1) tomar medidas preventivas, si se está bajo incertidumbre, 2) los defensores de la actividad asumen la carga de la prueba, 3) explorar alternativas a las actividades potencialmente dañinas, y 4) incorporar participación pública en la toma de decisiones (Kriebel et al., 2001).